Mentiras piadosas by Jacqueline Winspear

Mentiras piadosas by Jacqueline Winspear

autor:Jacqueline Winspear [Winspear, Jacqueline]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2005-01-01T00:00:00+00:00


* * *

Maisie y Maurice desayunaron en el comedor del hotel. Era un salón luminoso y amplio, un antiguo patio que en la actualidad contaba con paredes acristaladas y un techo alto que le daba a uno la impresión de estar en un invernadero de la época de Regencia. La luz de la mañana proyectaba sombras sobre el suelo de adoquines y acariciaba las fuentes empotradas en la rugosa pared de piedra. La hiedra crecía y trepaba por los muros, y unos ficus verdes en macetas de terracota de gran tamaño decoraban las cuatro esquinas. Manteles de damasco blanco vestían las mesas, decoradas con un jarroncito con un delicado ramillete de flores. Las sillas de hierro forjado eran más cómodas de lo que parecían en un principio. Maisie se aseguró de que Maurice se sintiera a gusto antes de ocupar su asiento frente a él. Un camarero les llevó una cesta con baguettes pequeñas, cruasanes y brioches, todo recién hecho, y se marchó para volver al poco con una cafetera de plata de café fuerte y la lechera a juego llena de leche caliente coronada por una generosa capa de espuma.

—Merci beaucoup —dijo Maurice con su acento parisino.

Maisie sonrió cuando este le indicó que se sirviera primero. Tomó un cruasán y le untó mantequilla y mermelada. Maurice tomó un pedazo de pan, le untó mermelada y lo mojó en la taza grande de café solo que se había servido. Maisie se puso un poco de leche en el café que le había servido Maurice.

—Y dime, ¿qué planes tienes para hoy, Maisie?

—Creo que eso debería preguntártelo yo a ti, Maurice. Al fin y al cabo, el que tiene un círculo social en la ciudad eres tú.

Este sonrió, mojó la baguette en el café de nuevo y le contó sus planes.

—Demos un paseo. París es perfecto en septiembre, mi época favorita. Comeremos al mediodía, y supongo que haremos una sobremesa de varias horas. Nos acompañarán mis viejos amigos, los doctores Stéphane Gabin y Jean Balmain; ambos siguen enseñando en la Sorbona. ¿Lo sabías?

—Imaginaba que ya estarían jubilados. —Maisie había conocido a los dos hombres muchos años atrás, durante una visita que le hicieron cuando Maurice la estaba formando.

—Y tienen muchas ganas de verte.

—¿A mí?

Maurice levantó la vista y se limpió una miga de la barbilla.

—Vuestro primer encuentro fue breve, pero ambos caballeros te tienen en alta estima. Es natural que quieran saber cómo estás.

—Entiendo. —Hizo una pausa momentánea—. Bueno, comeré con vosotros, Maurice, pero tal vez no me quede a la conversación del après-midi. Tengo que ir a un par de sitios esta tarde: al hotel en el que se hospedó Ralph Lawton cuando estuvo en la ciudad y al club que visitó. Encontré una caja de cerillas entre sus pertenencias y quiero saber qué aspecto tiene.

—Si sigue en pie.

Maisie bebió un sorbo.

—Si sigue en pie, claro.



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